En Chirlata llevamos más de una década dedicados al cultivo de almendras desde una pequeña pedanía del Altiplano de Granada, en una finca a más de 1.000 metros de altitud. Respetamos los tiempos naturales del almendro siguiendo un modelo de agricultura tradicional y orgánica, y también cuidamos del fruto en cada fase de su desarrollo.
Vamos, ¡no les quitamos el ojo de encima a nuestros almendros!
Llegaron a España desde Asia Central hace más de 2.000 años y hoy en día nuestro país es el principal productor de almendras, además de gran consumidor. Su presencia dentro de la dieta mediterránea se deja notar en el aperitivo, como ingrediente base de platos principales y por supuesto en las recetas dulces. También podría decirse que es “remedio de todos los males” por sus múltiples propiedades y beneficios para la salud.
CICLO DE LA ALMENDRA
Los almendros estrenan calendario cubiertos por la nieve. En enero es difícil no acertar con las previsiones de nevadas en la comarca de Baza y la Finca Chirlata suele regalarnos bellas postales navideñas del campo cubierto por un manto blanco y los almendros decorados con pequeñas perlas de hielo.

Durante febrero, alentado por las bajas temperaturas, la poca intensidad lumínica y el acortamiento de los días, el almendro sigue descansando. Y nosotros aprovechamos para realizar las labores de labranza y abonado para preparar la tierra con vistas a la nueva campaña, y la poda para renovar la madera y deshacernos de las ramas rotas, débiles o enfermas. Resumiendo, una puesta a punto antes de la primavera.
Cada variedad va a su ritmo pero, en general, a lo largo del mes de marzo veremos las primeras flores. Nos emociona el momento en el que las ramas se llenan de tímidas yemas, que poco a poco se van hinchando hasta causar una explosión de blanco y rosado. La floración del almendro es un espectáculo natural único. No necesitas invitación (¡sí cita!) para venir a disfrutar en primera fila de la Finca Chirlata en su etapa más hermosa.
Y se trata de una belleza efímera, porque los almendros suelen perder sus flores en apenas una semana. Abril se tiñe de verde con los frutos jóvenes que brotan tras la caída de los pétalos. Para entonces ya hemos acogido a unas invitadas muy especiales… unas abejas vecinas nos visitan cada año para la polinización. Y siempre procuramos que su estancia sea lo más confortable posible porque de ellas depende la cosecha.
En el mes de mayo acompañamos al fruto en su evolución a la madurez. Casi como adolescentes, estamos muy pendientes de nuestras almendras para que su crecimiento sea el correcto. Agua, plagas o una climatología irregular suelen ser los principales problemas que nos traen de cabeza durante esta fase.
Junio y julio los disfrutamos al máximo viendo los almendros cargados con miles de conchas verdes. Y es que el almendro es el árbol que mejor soporta el incremento de temperaturas y la sequedad de la atmósfera. O sea que es el tándem perfecto porque a ellos les sienta genial el calor del verano y nosotros podemos resguardarnos a su sombra.
Cuando llega agosto empezamos a sentir esa agitación de saber próxima la cosecha. Las almendras abren su corteza exterior y exponen al sol la semilla, haciéndonos saber que ya están listas, que se encuentran en su punto óptimo de maduración… vaya, da gusto verlos.

Septiembre es un mes ajetreado en el hacemos acopio de toda nuestra energía para proceder a la cosecha y al descascarado. Son largas jornadas, cansadas pero satisfactorias. La recolección la hacemos siguiendo una técnica muy común conocida como “paraguas invertido”: un tractor efectúa un vibrado del almendro para que caiga el fruto y sea recogido en un apero en forma de paraguas.
Para el descascarado tenemos que esperar que las almendras se sequen. Las dejamos a su amor, bien extendidas tomando el sol. Y antes y después de retirarles la cáscara realizamos cribados mecánicos y manuales para quitar cualquier cuerpo extraño que se haya colado en la cosecha (ramitas, hojas…) No es de extrañar que nos pille octubre en estos menesteres.

En esos 31 días del calendario procedemos a calibrar nuestras almendras según el tamaño. Lo hacemos a mano, seleccionando una a una las de mejor calidad para nuestros chirlateros. También llevamos parte de la cosecha al repelado, proceso en el que el grano de almendra se moja en agua caliente (entre 85ºC y 100ºC), se les quita la piel y de nuevo se dejan secar.
Con mucho mimo, en noviembre nos dedicamos a preparar todos los pedidos y procesar otra parte de la cosecha para obtener nuestros productos: leche, harina, crema y almendras con chocolate.
Y en diciembre nos deleitamos viendo como nuestras almendras os acompañan a la mesa en las celebraciones de Navidad y Año Nuevo.
¿Conocías el ciclo de la almendra? Ahora ya puedes seguirle la pista a tus Chirlata durante todo el año y por mucho que siempre estemos deseando que llegue la cosecha, calma, que todo lo bueno lleva su tiempo.